lunes, 25 de octubre de 2010

DIA 179: destino final

Tarde primaveral en la Ciudad de Buenos Aires. Yo me encontraba volviendo del trabajo a mi casa lo más campante y en la calle Perón se me ocurre doblar para agarrar un pasaje que hay ahí por el cual nunca pasé en mi vida. Nunca antes se me ocurrió pasar por ahi. Hoy -justo hoy- decidí tomar ese camino porque imaginé -correctamente- que estaría menos transitado. 

Cuando levanto la mirada para cruzar Perón a la altura del pasaje, lo veo. Era Vladimir. Me sale del alma un "no te la puedo creer" -al mejor estilo Alba- bien alto me sale. Tan alto que se da vuelta y yo me tapé la cara con las manos -flor de escondite, genia eh-. Si si, soy como los nenes de dos años que creen que cuando cierran los ojos son invisibles. 

En fin, no me vió. Mi gran escondite funcionó después de todo. Yo sigo mi camino hacia el supermercado, algo movida por esta casualidad. Al ratito -todavía sorprendida- le mando un sms para contarle que lo acababa de ver. Me acordé que él me había dicho -la segunda y última vez que salimos- que iba a terapia sobre la calle Paraná. Los lunes. Entonces le dije "suerte en terapia". Me contestó, todo muy lindo.

A todo esto yo había ido al super. Estuve media hora para elegir un queso -para variar-, y comprar otras dos o tres pelotudeces más. Y otra media hora en la fila de 20 personas en "caja rápida". Mientras estaba en la fila miraba cómo la otra avanzaba MUCHO más rápido y cómo una chica que empezó la fila al mismo tiempo que yo -o incluso después- se iba mucho antes.

En fin, salgo del super, miro la hora... ¡LPM! ¡Eran menos diez! Las sesiones de terapia duran 50 minutos. Tenía que cruzar si o si la calle Paraná para ir a casa. Cuando estoy en la esquina de Paraná empiezo a mirar para todos lados no vaya a ser cosa que JUSTO saliera. Mi objetivo era irme de Paraná tan rápido como fuera posible. El semáforo no se ponía en rojo y yo no podía salir de esa puta esquina.

Justo me llega un mensaje. Estaba segura que era de él. Su respuesta a mi mensaje anterior. Ahi me perseguí más porque eso indicaba que, en efecto, ya había salido de su terapia. Miré para todos lados y crucé Paraná corriendo despatarradamente como Phoebe. Como esa esquina siempre está llena de basura fui por la calle. iba mirando para atrás de perseguida que soy. Cuando subo a la vereda y decido mirar para adelante con aire vicotorioso de que había logrado mi cometido, me doy cuenta de que me estaba por llevar puesto un auto que salía de un estacionamiento.

Y ¡adivinien qué! ¿Quién estaba manejando el auto?  ¡Síiiiiii! ¡Era él! ¡Vladimir! Si si, ¡del que me estaba escondiendo! Tal cual los dibujitos animados, igual. La cara que puse seguramente no tiene precio. En fin, luego de una breve conversación, cada uno siguió su camino. Si te he visto, no me acuerdo; a otra cosa mariposa.

El destino me acaba de dar flor de correctivo. Sequito en la nuca. Un "tuqui" como diciendo "yo siempre gano, nenita". ¡Destino puto! (esto me va a volver en forma de patada en el trasero, lo sé)